viernes, 28 de diciembre de 2007

Horarios invertidos

Ni bien llegué a la prisión de todos los días, y vi todo el trabajo que tenía para ese día, no pude sentir más que un elefante blanco parado en dos patas pisándome la cabeza. No cabía la menor duda de que iba a ser un día tremendamente largo, más si se lo comparaba con la cantidad de horas que había dormido por la noche, que no llegaban a tres.

Con los ojos marchitos, me desplomé sobre el asiento, y con un esfuerzo monumental, equiparable al de Atlas sosteniendo el mundo, me incliné y encendí la computadora. Por esas cosas de la vida cuando levanté la cabeza de debajo del escritorio para volver a la posición tradicional y conveniente para trabajar fui atacado a traición por el borde del escritorio, un borde de madera dura, tal vez demasiado. El muy maldito se aprovechó de que no me hayan crecido los ojos de la nuca y yo no consideré tampoco la posibilidad de que se fuese a interponer en mi camino.

La computadora procesó velozmente los datos de inicio y se encendió a los pocos segundos de que apretara el botón, pero mis ágiles reflejos me permitieron reaccionar aproximadamente una hora después, cuando noté que se oscurecía la pantalla y salía un protector de microsoft. Me di cuenta que estaba como un reverendo tarado frente a la pantalla mirando lo que no había. O tal vez, soñando con los ojos abiertos. No sé a ciencia cierta si fui observado en algún momento por alguien. Imploro que no, pero en el trabajo es así. Todos se hacen las mosquitas muertas y cuando pueden te mandan un ladrillazo para cabecear. Así que a lo largo del día, en la medida que la lucidez me lo permitía, fui buscando de manera inquisitiva algún atisbo de mueca jocosa, o algún susurro apenas perceptible que dejara en evidencia que mi somnoliento secreto no era ya secreto.

Reiteradas veces aproveché el ventanal que había a mis espaldas, grande y con una vista que hasta un águila envidiaría, y manteniendo la postura “tradicional” frente a una computadora, que aún mantenía el protector de pantalla del inicio de la sesión, giré la cabeza casi unos 180º, sorprendiendo hasta al más fabuloso contorsionista, y me colgué viendo la gente pasar. A lo lejos, Florida abarrotada de gente, no parecía advertir que la espiaba desde el ventanal del tercer piso. Noté que había muchas chicas por la calle, y que estaban todas muy monas. Me figuré que era verano, y que la ropa que el sexo femenino comenzaba a utilizar comenzaba a ser más osado. Ese pensamiento hizo que me doliera el cuello, sobre todo luego de las tres horas de deleite.

De improviso, y de una manera casi misteriosa, sentí que en mi boca se vertía un líquido oscuro como la noche, muy dulce, y con saber a café con azúcar. No es que me considere un excelente catador (o enólogo, para los que saben de terminología culinaria), pero ese líquido tenía todo el sabor del café. Efectivamente, era café. Lo más llamativo de todo fue descubrir que se deslizaba de un vaso descartable blanco que era sostenido por mi mismísima mano derecha. Absorto por la situación, puesto que no recordaba haber asido ningún vaso con café, y mucho menos haberle puesto azúcar (sobre todo tanta cantidad), observé detenidamente el vaso. Eso me habrá llevado unos cuarenta minutos, los cuales pasaron en vano, ya que no logré resolver ningún misterio y el vaso no mutó en mi mano, salvo por la pérdida de calor del líquido, que lo único que produjo fue que el ya intragable café con sabe dios cuántas cucharadas de azúcar, se volviera indefectiblemente asqueroso como chamuyarse una vieja, y encima ganársela.

Con el cerebro hecho sopa instantánea, y con un mástil atravesándome las sienes, hice un esfuerzo monumental por erguirme de un solo movimiento y no caer en el intento. Debí reunir fuerzas, muchas, todavía no sé de dónde salieron, y torpe, como un bebé aprendiendo a caminar, moví primero una pierna, luego otra, y otra vez la primera. Me parecía maravilloso, la tecnología humana es verdaderamente increíble. Contentísimo porque había conseguido caminar, empecé a tomar confianza de mis pasos y me mandé a la sala principal, zona de riesgo extremo ya que allí residen casi la totalidad de los miembros de la oficina, entre ellos el siempre dispuesto a embromar y hacer objeto de burla a quien se lo merezca y a quien no, el pequeño Nico. En este caso, yo me lo merecía, pero iba a intentar disimularlo, así dejara la vida en la cancha.

Afortunadamente, el Nico se había levantado y se había ido a patrullar por otros pagos. Noté a medida que me acercaba al mueble con trabajo que las piernas no eran un buen sostén, y mi cuerpo se movía como una marioneta mal manejada. Una de las chicas, que pasó a mi lado, se me acercó y me preguntó:
- ¿Estás bien, Ale?
Le sonreí, y con la naturalidad de un tronco hachado, me incliné sobre el mueble e improvisé una pose de muchacho fachero, como si estuviese esperando que me sacaran la foto para una campaña publicitaria de ropa. Seguramente debí generar la imagen de una campaña contra la alcoholemia.
- Estoy bien, se me durmieron las piernas de trabajar tanto, pero ya se va a pasar.
- Ah, ¿estuviste trabajando mucho?
La miré agudamente, tal vez era una testigo de mi cuelgue frente a la computadora.
- ¿Por qué lo preguntas?
- No entiendo... creo que me perdí...
“Sí, dale, hacete la boluda. Seguro que sabés”, pensaba para mis adentros. Por la cara que puso a continuación y la actitud de ofendida que adoptó supuse que no lo dije para mis adentros.

Lavarme la cara iba a ser lo que seguro me despertaría del letargo del que aún no lograba desligarme. Recorrer el pasillo hasta el baño fue similar a hacer la procesión a Luján, con zancos. Cuando llegué me lavé bien la cara, que no cambió en nada mi estado de boludazo atómico y después decidí eliminar fluidos urinarios mientras advertía en el espejo que estaba bastante despeinado. Entró en ese momento un conocido que se quedó sorprendido ni bien abrió la puerta.
- ¿Qué haces meando en el lavabo, Ale?
Ahí me di cuenta de que efectivamente era raro que pudiera mirarme en el espejo mientras hacía pis, y si bien recordaba que nunca antes había tenido ese honor, me pareció muy natural hacer las dos cosas al mismo tiempo. Ahí caí en la cuenta de que sí estaba usando el lavabo como inodoro, y que probablemente cuando me lavé la cara...
Vomité tres litros de una especie de yogurt que condensaba las últimas tres cenas y dos almuerzos, incluyendo el superpancho de la madrugada del sábado, después de bailar, que yo ya había sentido como atorado en el pecho. Y por un momento respiré tranquilo, sentí cómo se disipaba la neblina londinense de mis pupilas, y hasta recuperé cierta estabilidad motriz, que me sirvió para volver al salón donde estaban los expedientes para trabajar.
Tomé un par haciendo una pseudo-selección, cosa de que no me viniera nada raro que me obligara a cajonear el trabajo, y volví al escritorio. El protector de pantalla ya no estaba. El monitor corta su energía y se apaga después de un par de horas sin uso. ¿Qué pícaro, no?

Cuando logré abrir el primer expediente alguien me dijo:
- Qué raro vos todavía acá... te tendrías que haber ido hace media hora. Se ve que estas tapado de laburo.
No me detuve a ver si lo decía con sarcasmo o en serio. Ni siquiera me detuve a ver quién era la persona bendita que me dio el alegrón. Simplemente tomé mis cosas y salí corriendo hacia casa como quien recuerda que dejó la pava en la ornalla encendida para hacer el mate dos horas atrás.

El sufrimiento se terminaba. La mañana había sido un desastre. Pero la siesta seguro sería recomponedora. Creo que entré a mi habitación sin abrir la puerta, simplemente la atravesé y antes de que pudiera tomar alguna otra decisión me arrojé sobre la cama. Los ojos comenzaban a cerrarse, pero el teléfono empezó a sonar. Me dije para mis adentros que no iba a levantarme. La persona que llamaba, por el contrario, parecía no aceptar ese abandono e insistía como lo hace un adicto al juego en el tragamonedas. Enfurecido hasta la córnea y no soportando un segundo más el ring del teléfono, me levanté contra mi voluntad y atendí. Colgaron al oír mi voz. Blasfemé a la nada durante cinco minutos seguidos, sin siquiera respirar entre cada palabrota. Me sentía una fontana de insultos.

Sentí que me despabilaba. Nuevamente recostado, traté de concentrarme para dormir. Cerré toda la persiana, pensé en un fondo blanco, invoqué al dios del sueño. Pero todo fue inútil. Me leí las obras completas de Sartre y Kant, conté más de diez mil ovejas, y hasta me vi una película argentina, esas en las que trabaja Graciela Borges y que se caracterizan porque no pasa nada, tres veces seguidas.

En dos horas va a sonar el despertador para ir a laburar otra vez. Y misteriosamente estoy empezando a bostezar como lobo marino. Algo me dice que mis horarios están invertidos.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Por qué escribir

Cuando se necesitan decir cosas, y la voz no alcanza, o sí pero, como es mi caso, uno es lento a la hora de razonar, o de esa gente respetuosa que espera a que la otra persona termine (si es que algún día termina) para dar su opinión, y advierte que no tiene palabras o los argumentos del contrario son tan confusos que prefiere cerrar la charla dándole la razón que buscando dónde reside la trampa, la falacia, el error en el pensamiento escalonado, uno comienza a pensar que debe haber otra manera de expresarse, y que probablemente haya que utilizarla.
Obviamente que esto uno lo advierte recién cuando queda pagando en una charla, seguramente de esas de las que cuando vuelve a su casa, piensa en el camino: "qué pelotudo... cómo no le dije esto... y por qué no se me ocurrió esto otro...". Entonces se llega a la conclusión de que es un gran razonador pero a largo plazo, y eso no sirve. Que para que sirviese ese método debería quizás vivir la situación, grabar la charla, desgrabarla en casa, pensar las respuestas más sagaces e ingeniosas y volver al pasado, enfrentar a ese bastardo que nos dejó sin palabras y vencerlo, hacerlo mierda, aplastarlo como se aplasta una hormiga con un zapato de suela. Desgraciadamente para muchos, esa máquina del tiempo no existe, y no le queda más a uno que conformarse con tratar de quedar lo menos mal posible u otros medios de combate que no sean orales.
También se da el caso de todo lo que uno tiene que decir y no puede hacerlo al enfrentarse a una mina. No a cualquier mina, sino a esa mina, la que te quema el bocho, la que te mira y te sonríe y sin más, te ponés al palo. Esa que le darías mil hijos y se los mantendrías, la que idealizás y que hace que la modelo más zarpada de todas te parezca un poroto podrido. Y sabés que en breve vas a tener la chance, y sentís que en cuanto puedas le vas a decir mil cosas... y te haces el humphrey bogart frente al espejo, y planeas mil frases conquistadoras... peeeero, justo en el preciso momento en que tenés la oportunidad de decírselo, se te anuda la lengua, se te chingan los ojos, un nudo en la garganta no te deja tragar, te enloquecés por encontrar una palabra decente para decirle aunque sea para que no se vaya a la remierda, y sin dejar de intentar de al menos decir algo, quedás como un gran boludo que, para colmo de males, cuando logra articular una frase lo más profundo que le nace es un: "tenés hora?".

Entonces uno descubre que no todo es tan facil como parece. Y que hablar no es tal vez lo de uno. Y comienzan a surgir a la vista otros medios de expresión. Es como los sentidos, vio? Si uno tiene buena vista, no escucha muy bien, o su olfato no es algo que lo destaque. Ahora si es medio ciego, tiene un oído de la puta madre, y empieza a redescubrir los otros sentidos. Por eso, ante la imposibilidad (sobre todo psíquica), de no poder manejar una conversación como uno quisiera, se pone a explorar lo que sí puede hacer: tocar una guitarra, pintar, hacer teatro, probar con los cursos de oratoria, algún que otro se lo cuenta al psicólogo y muchos escribimos.

Escribir no es facil. Más si uno se ata a las computadoras de escritorio, y tiene mil cosas para hacer en la vida. Si sentarse ante la PC es casi una misión imposible, escribir es como morir antes de nacer. Y si uno tiene el momento y la gracia de poder sentarse frente a la computadora sin ser interrumpido, y con el mero afán de escribir, lo más probable es que no tenga inspiración y termine en una página porno. Y lo peor, es que cuando uno sí tiene inspiración, así y todo se pone a hacer esto, después hace lo otro y que "no revisé tal mail, ni tal casilla ni tal otra", y que "abrí el messenger" y chau, cuando uno se da cuenta son las tres de la mañana y gracias si puso la contraseña del blog...
Así que la posta es tener un cuadernito siempre encima, y cuando nace la inspiración o lo que uno quiere contar anota un par de palabras y al poco tiempo se sienta y escribe (resalto lo de poco tiempo, porque si uno deja pasar mucho lo ataca un incipiente alzheimer, y se empieza a preguntar: "qué quise poner con esto???" o peor aún "¿yo escribí esto?".
A modo de cierre y para no extenderme más, les cuento que en este rincón va a retumbar mi voz. No sé si alguien la va a escuchar, es el riesgo de escribir en internet, quizás tenga suerte, quizás sea un mero diálogo conmigo mismo y nada más. Desde ya, están todos invitados a escuchar, y sobre todo a hablar.
Mis saludos

FerchuM

sábado, 23 de junio de 2007

De escritores y personajes

Siempre me interesó bastante escribir encuentros entre escritores y sus personajes. Recuerdo que la primera muestra teatral que hice en mi vida, hacia fines del año 2000 en la Escuela Superior de Comercio "Carlos Pellegrini", la obra que habíamos escrito y preparado tocaba justamente este tema, el encuentro en un andén abandonado de un escritor, al que llamamos Fernando Plumas, y tres de sus personajes. Y a medida que descubrían quienes eran cada uno en ese lugar, también comenzaban los planteos sobre lo que a cada uno le había tocado vivir.
Años más tarde, a comienzos de 2003, una ex novia me pidió, sabiendo mi pasión por las letras, si no le podía escribir un cuento donde el personaje y el escritor estuviesen en el mismo plano. Fue así como le presenté a los pocos días un cuento llamado "El pedido", en donde un personaje va a vengar sus penas y heridas asesinando al escritor, mientras éste escribe cómo su personaje se dirige a la venganza, sin saber que es él el que está en riesgo. Pero por la exquisitez de la muchacha, prefirió pedirme si no podía escribirle otro, con el pretexto de que el que acaba de escribir tenía varias similitudes con el libro que acababan de leer, y razón por la que le habían asignado esa tarea de narración.
Entonces, como un manantial de ideas inagotables, escribí "La Reunión", que tuvo un éxito inmediato, afortunadamente. Este cuento, de todas maneras permaneció guardado entre mis textos por un largo tiempo, y muy recientemente tuve el agrado de ver una película que trata la misma temática, "Más extraño que la ficción", una comedia recomendable, que me hizo acordar de todos estos textos, y decidí rescatar de las arcas de mi escritura ociosa y perezosa, este cuento, que ahora comparto con ustedes. Espero que lo disfruten.
Atentamente,

FerchuM


LA REUNION

Cuando aquella mañana llamaron a mi puerta, yo ya sabía quiénes eran y, si bien no había acordado ningún encuentro, ni con amigos ni con parientes, también suponía el por qué de la visita. Si bien los que en ese momento golpeaban la puerta no eran conocidos míos, no fue necesario presentarse, todos sabíamos quiénes éramos. De hecho debo admitir que era yo quién más conocía sobre ellos, sus vidas, su forma de ser, mientras que no sucedía lo mismo si invertíamos la situación. En fin, me debatía en estos pensamientos cuando les abrí la puerta y los hice pasar. La causa de que no fuera necesaria ninguna presentación, y que yo tuviera tanto información de ellos mientras que ellos tan poco de mí se debió a que no eran ni más ni menos que creaciones de mi mente, aquellos hombres (si es que puedo considerarlos como tales) no eran ni más ni menos que personajes de las ficciones que me daban de comer.

Pensé que vendrían muchos menos, pero no, habían caído casi la mayoría, una interminable procesión que finalizaba su viaje en el interior del living de mi casa, con el fin de comentar ciertos conflictos que habían tenido últimamente en los relatos en los que habían sido partícipes. Me alegró mucho verlos en carne y hueso a todos, a Ramón el tímido que se anima a encarar chicas cuando está ebrio, a Tomás el "Sincerebro" que termina siendo más piola de lo que parece, a Rurik el vikingo, a la Dama del Oscuro Bosque, a Marisol la pegajosa, a Casta la prostituta, entre tantos otros. También a medida que entraban no tardé en divisar apoyado en su bastón, humilde como nunca y sabio como siempre, al anciano José, sereno y con sus respetados tiempos. De todas mis invenciones era sin lugar a dudas el personaje más filosófico y serio, es decir lo menos comercial, lo "más aburrido" según mi editor.

El alborotado ingreso no tuvo comparación con la guerra campal por las ubicaciones. Jamás imaginé que pudiera venir una cantidad tan numerosa, y eso se notó en la cantidad de sillas y sillones en la casa. Los primeros en llegar no dudaron en abalanzarse sobre los sillones, después tocaron el turno de las sillas mullidas, luego las de madera, cuando se acabaron esas se empezaron a utilizar las banquetas, y finalmente la improvisación total, como por ejemplo Rurik, que se sentó en una mesada o el Sr. Fontana el plomero y su asistente a quienes vi venir del baño con el inodoro y el bidet respectivamente y que a mis gritos de espanto prometieron devolverlos a su lugar y solucionarme gratuitamente el tema del botón para que corra el agua.

Pero los incidentes sucedieron en la zona de los sillones, donde algunos estaban endiabladamente empecinados en que debían sentarse ahí y no en otro lugar y terminaron, por lo tanto, apretujándose de tal manera con los ya sentados que haber elegido el suelo hubiese sido mucho mejor. Una vez que todos conseguimos acomodarnos comenzó la esperada reunión.

-Hemos venido aquí, don Julio -comenzó Antonio el ilustre, célebre por su dinero y poder, sentado en su sitio de honor, frente a mí, rompiendo el hielo-, porque últimamente hemos notado cosas extrañas en los respectivos relatos en los que hemos participado.

-Así es, camarada -apoyó Vladimir el comunista con una copa de vodka que se sirvió sin permiso de mi bar de bebidas alcohólicas. De no haber sido por la furia que me cegó en aquel momento quizás hubiese advertido la presencia a su lado del hasta el momento sobrio Ramón.- Considero que mis compañeros están trabajando como burros sin recibir lo que merecen, mientras que usted -y por lo bajo oí que murmuraba las palabras "cerdo capitalista"-, goza de nos, ganando mucho más dinero que todos nosotros juntos. Sin más mire la casa en la que usted vive, mientras que la Dama del Oscuro Bosque, y digo ella como podría nombrar a cualquiera de nosotros, vive en una choza en medio de árboles y ciénagas. Recuerde que todos somos iguales.

-Un momento. No nos vayamos del punto -interrumpió el ilustre. Recordé en ese momento que él vivía en una mansión de unas dos manzanas aproximadamente.- Lo que aquí importa es que este hombre... -pronunció mientras me señalaba con su excesivamente largo dedo índice- está escribiendo barbaridades, ¡propias de un escritor en decadencia! Y eso nos influye demasiado porque no queremos que la falta de ideas acaben con nuestro mundo, imaginario, pero nuestro mundo al fin de cuentas.

-Pero díganme, ¿cómo es eso de que estoy escribiendo barbaridades...? -pregunté sin entender.

-Yo de tanto vivir en el Oscuro Bosque -dijo la Dama-, me estoy volviendo ciega. Además de que día a día tengo más moretones en la cara por los golpes que me doy contra los árboles.

-Y yo -pronunció Rurik bajo su sombrero de cuernos y tras su barba de un metro-, he tenido que pelear contra un pulpo en aguas congeladas. No sé si los pulpos soportan tanto frío, pero, ¡quién se va a creer que yo pueda por un lado matar a un pulpo solamente con mis manos y por otro lado nadar como si estuviese en aguas termales cuando estoy casi en el Polo Norte!

-Bueno, me sorprende usted, Rurik, pero supuse que ustedes los del norte se acostumbran al agua fría...

-¿¡Fría!? ¡Helada! Me agarran unos chuchos de frío que por poco me matan... tendría que ver la barba como me queda... cada pelo parece una estalactita. Además, mire mi forma de hablar, ¿le parece propia de un vikingo? ¡Me pone voz de pito y soy toda una marica!

Decidí comenzar a anotar estas críticas que me iban haciendo, lo que causó sensación en los personajes quienes se peleaban por que escriba los problemas de cada uno. Era casi imposible poner orden, y fue entonces cuando me lamenté que no se me hubiese ocurrido crear a todos los personajes iguales al Sr. Mudelli, el sordomudo que espiaba desde un costado aterrorizado de ver tan frenéticos movimientos.

-Perdón... -comenzó el anciano José, con su voz suave, que aún así, sobresalió de las voces del montón, y que fue como el silbato que consiguió el orden, el silencio que sobrevino después de que de algún rincón se escuchara: "Cállense, que el viejo gagá quiere hablar". José comenzó a exponer su punto de vista-, yo quería hacer mención de algo que me llama la atención y no termina de desarrollarse en mi mente... -Silencio. Todos esperan la gran revelación.- He notado que acá estamos todos, dispuestos a exteriorizar las cosas que no nos parecen correctas en su forma de expresarse, Sr. Julio ¿no es así, compañeros?

-Sí -saltó Tomás el Sincerebro interrumpiendo al anciano para manifestar sus dramas-, yo siempre me encuentro en un lugar en donde todo suele ser blanco, sin olores, ni sonidos...

-A mí me pasa lo mismo -agregó uno-, para mí que se debe a que no desarrolla usted correctamente las descripciones. Debe seguramente dejarlas incompletas. Tiene que contar más sobre cómo es el lugar...

-¡Sí! -retomó Tomás-. No puede ser que esté con una mina en pleno acto pecaminoso y de repente la flaca no tenga tetas, ¿¿¿sabe lo feo que es???

-¿Me permiten terminar...? -solicitó Don José pasivo pero incisivo.

-Sólo si pensás terminar... -pronunció Andrecito, el joven rebelde- todos tenemos que comentar nuestros quilombos...

-¡"Líos", se dice, "lí-os"! ¿Qué no te enseñaron a hablar tus viejos, pendejo? -gritó el Sincerebro-. Nosotros queremos además que se nos trate a todos por igual, ¿qué es eso de que algunos estén mejor que otros? No logro entender cómo Casta, siendo una puta...

-Prostituta querido, prostituta -le corrigió.

-Bueno, siendo una dama de compañía, tenga tantas joyas y propiedades por todas partes.

-¿Y qué? Perdoname queridito, pero no vas a entender nunca porque no sos mujer. ¿Qué pensás, que yo los pude guiar hasta acá porque revisé la dirección en la guía T de bolsillo? Por favor... -dijo sin pelos en la lengua mientras yo me convertía en un punto cada vez más diminuto y de intenso color rojo vergüenza. ¿También, qué era de esperarse? Las miradas de los otros personajes clavándose en mí, entre una mirada absorta e inquisitiva.

-Pero si le ofrece todas esas cosas a los que se acuestan con él... -se debatía Tomás el Sincerebro- ¿entonces el ilustre Antonio es...? -y todas las miradas se dirigieron primero a Antonio, a quien las palabras no le salían de la boca y luego sobre mí nuevamente.

-No, señores, eso sí que no... quiero que quede bien claro... -balbuceó el ilustre.

-¡¡¡Estaba hablando yo!!! -exclamó el anciano José- No sé ustedes, pero mi paciencia tiene un límite. Exijo que se me considere uno más en esta reunión. ¿O acaso no me oyen?

-Perdón, ¿decía algo, don José? -preguntó Rurik mientras salía de la estupefacción previa.

-¡Que quiero hablar! Decía que me parece raro... -pero el pobre anciano no pudo terminar su frase, porque fue en ese momento cuando notamos el sitio que había elegido Ramón el borracho. Con una mirada que apuntaba a ser sensual le decía a un armario: "Dame un beesho, preshiosha... dale, dame un besho... ¿no querrés bailaar? Hic... ¿No? Y de coger ni hablar, ¿no...?". Prosiguió a esas palabras un intento de agarrarlo que produjo una reacción espontánea en la actitud de Ramón, y sin dudarlo, salió corriendo dando vueltas por toda la casa, tirando lámparas, copas, centros de mesa, cuadros, botellas.

Para entonces todos se habían alzado de sus asientos y al grito de "Sáquenle la copa de whisky", se dedicaron a perseguirlo creando un sendero de destrucción propio de un tornado. Aprovechando la situación Vladimir el comunista lanzó su pie de guerra: "Revolución", propuesta que fue considerada principalmente por Andrecito, quien se abalanzó hacia la cocina y no tardaron en verse volar huevos, tomates y algunos que otros alimentos, como unos filettes de pescado que iba a comer a la noche.

El resultado final fue catastrófico: cuatro heridos de gravedad, entre ellos dos con quemaduras de tercer grado; un desmayo; uno con piquete de ojo; cinco cuadros rotos; dos cuchillos desaparecidos; una alfombra persa manchada con licor; unas cuántas botellas rotas; un inodoro quebrado; un bidet sin canillas; siete sillas sin patas y catorce patas sin silla; una docena de huevos desperdigada por todo el living; y una torta de chocolinas desaparecida misteriosamente. Sin poder creer lo que había sucedido en aquella reunión con mis personajes me dejé caer sobre un sillón, ahora vacío, tanto por fuera como por dentro, ya que habían aprovechado la goma espuma para hacer un efecto lluvia sobre la cabeza de Antonio el ilustre al grito de "¡¡maricón, maricón, maricón!!", y comencé a llorar por la desesperación. Esas lágrimas actuaron como sedantes de mis enervados personajes que al verme en aquel estado se santiguaron y, calmando los exaltados ánimos, me pidieron disculpas. Algunos hicieron bromas para tratar de alegrarme, no sé si reí porque me hacían gracia o por la bronca que me dominaba. Y fue justamente en ese momento, mientras me secaba los mocos con un pañuelito descartable que la Dama del Oscuro Bosque me había extendido, que el anciano José aprovechó el silencio para concluir con su duda existencial.

-Lo que quería decir es que me parece raro esto, que nosotros nos encontremos en la casa de nuestro escritor como si fuese algo de todos los días, tratándolo de igual, sin siquiera mirarlo como un padre o un dios, porque después de todo, él fue quién nos creo, y que además le podamos proponer nuestros puntos de vista para que él lo tenga en consideración...

-No, José, yo lo escribí este encuentro -le expliqué-, porque la verdad es que quería conocerlos en persona, verlos tal cual los había creado.

-Sin embargo, usted, en ningún momento supo qué era lo que íbamos a decir, usted fue un espectador más, no sé si me entiende. De hecho este llanto tan conmovedor del que hemos sido testigos, se debió a que jamás se hubiese imaginado que nosotros haríamos algo por el estilo, ¿estoy o no equivocado? Esto hace que me pregunte dónde es que estamos ubicados. Porque nosotros somos personajes de usted, Sr. Julio, pero a la vez usted está con personajes, por lo que, ¿no será acaso usted también un personaje, de una alocada historia escrita por otro hombre?

-No quiero ser aguafiestas -dijo la Dama del Oscuro Bosque-, pero me parece que sus opiniones son un tanto machistas, ¿que no pueden ser mujeres las que hayan escrito esto?

-No importa -continuó el anciano-, lo cierto es que siento que usted es nuestro creador, pero es usted porque así lo escribió otro escritor, y quién sabrá si ese escritor no habrá sido escrito por otro y así sucesivamente hasta el infinito.

-Lo que usted dice es muy interesante, don José -admití-, sabe una cosa creo que debemos hacer una visita a alguien.

Y entonces todos elevamos la mirada y nuestra vista superó el techo de mi casa, y el cielo y el universo, y vimos más allá, pero no lo notamos lejos, nos pareció como estar mirando desde una página, como si fuésemos una letra, una palabra escrita en un papel, y eso fue suficiente para ver un par de ojos, un par de ojos que me dictaban un final, este final.

Fernando Velardocchio
2003

viernes, 12 de enero de 2007

El Después de la Creación

Y entonces, embolado después de hacer todo en seis días y descansar el domingo viendo el resumen de la fecha en Futbol de Primera, el Señor dijo:

- Pucha! me cago de embole, loco... ¿Para qué me apuré tanto, viejo? Podría haberle arreglado el cuello a la jirafa, la trompa al elefante, la dignidad a los políticos, y los dientes a Wanda Nara... en fin, ya está... ahora tengo que hacer algo para entretenerme asap (1)!!

Entonces miles de ideas vinieron a su mente, cual un brainstorming (2) en una empresa encargada de lavar dinero o de crear nuevos softwares de Windows que sean iguales a las ediciones anteriores pero parezcan distintos y valgan el doble. Entre las ideas que tuvo, pensó desde mezclar sandía con vino hasta jugar al truco con la Serpiente, y hacer trampa aprovechando que no tiene manos.
Finalmente, con una mirada intelectual, casi divina, decidió:
- Crearé un blog, cargaréle opiniones y cuidarélo como si fuera hijomi. Le daré textos a diario, agregaré fotos, buscaré formatos varios, flashearé a lo laaaacaaa (3)... y obvio que va a tener una sección porno!

Y así fue que se enfrascó en una tarea infinita, sin límite, sin sentido, en la que aún hoy sigue escribiendo y escribiendo y escribiendo, por los siglos de los siglos.

Dícese que antes el hombre tenía acceso al Sagrado Blog, al que el Altísimo decidió llamar "Edentrodelaweb", y que por la exacerbada longitud lo acortó en "Edén". Pero, corrompido por los deseos de conocimiento que lo condujeron primero a hacer preguntas como "por qué el cielo es azul", o "por qué la gallina pone huevos y no ovarios" y hasta preguntarse "por qué sibarita es tan rica", el hombre no dudó, a través de hackers pecadores, intentar meterle un troyano en la computadora.
Entonces, el Señor de los Cielos, la Tierra, el Agua y el espacio Cibernético con furia bramó: "Ahhh, con que os haceis los pillines! Bandidos... Ya veráis. Os condenaré al sufrimiento eterno!! Os enviaré cadenas de mails imbéciles que reenviarán y recibirán sin saber sus orígenes, os cubriré de spam y os haré publicidades engañosas, exigiré derechos de autor y correráis con el temor de que os caiga una inspección que encuentre los mil un discos que bajasteis clandestinamente. Y lo que más os dolerá es que deberáis pagar para ver pornografía! He dicho, chei!".


Mas luego de semanas de planteos y replanteos decidió que había sido demasiado riguroso y decidió eliminar el último castigo. Fueron sus sabias palabras: "Qué va... pobres gurrumines... no amerita que sean castigados de ese modo. Que el porno sea gratis y sin el codificado de colores". Y fue así como del chasquido de sus dedos se crearon Youporn y Pornotube, entre otras (4).

No obstante esa decisión digna de un Ser Supremo, mantuvo los demás castigos y aclaró además que, de los hombres y mujeres que naveguen y naufraguen por el Espacio Cibernético, únicamente podrían hallar el Edén, aquellas personas que tuviesen fe ciega en él y los que tuviesen cablemodem o banda ancha de buena calidad.

Amén.

(1) iniciales de "as soon as possible", que significa: "lo antes posible", típica expresión realizada por abogados de estudios jurídicos. (Nota del Editor)
(2) tormenta de ideas. (Nota del traductor)
(3) loco. (Nota inútil)
(4) El editor quiere aclarar que desconoce lo que quieren decir los Sagrados Bloggeos en este punto, y que solo toca el tema de oído.