sábado, 1 de marzo de 2008

Las orillas

Rescatado del baúl de los textos perdidos, este relato lo escribí en el año 2002.
Los invito a compartirlo.
Saludos,

FerchuM



Las Orillas

Siempre tuve que viajar un mar de ideas y sueños, proyectos y conclusiones para poder alcanzar una orilla literaria y unificarla con una orilla creativa. Navegaba en mi barcaza de humor, en la de suspenso, acción y amor, pero en el momento en que alcanzaba una de las mismas, dichoso de la travesía a través de mi imaginación, descubría que acababa de olvidar lo que traía de la opuesta. Esto se debía a que las dos márgenes estaban muy separadas entre sí, a tal punto que si uno subía a la cumbre de la montaña más elevada de una de las orillas descubría, a lo lejos, un pequeño punto oscuro que sobresalía de la claridad del mar.

Creí que jamás lograría estar en las dos al mismo tiempo, pero me equivoqué. Todo comenzó en un sueño que, como la mayoría de los sueños, no tenía demasiado sentido. Me vi instalado en una orilla, cavando en la arena de la costa, cuando de pronto encontré una palabra “Pluma”. Mi mente entonces comenzó a producir ideas e ideas las cuales brotaban incesantemente. Cada paso, cada huella que dejaba marcada en el suelo de la isla de la creatividad, lograba que descubriese nuevas ideas y proyectos. Sin lugar a dudas me encontraba en una etapa en que las musas me acompañaban ciegamente. Pero la gran duda era si las mismas me acompañarían cuando cruzase el mar hasta la isla literaria, ya que mi barcaza era muy pequeña y solo podía soportar mi peso. Subí a la embarcación y traté de alcanzar lo más rápido que pude la otra orilla y así lograr juntar las dos cualidades.

En mi insistente lucha contra la bravura de las olas y mareas no me percaté de cómo mi balsa se salía de su rumbo y sin darme cuenta llegué a un lugar en donde el inmenso mar se angostaba, sobresaliendo dos porciones de tierra que cada vez se acercaban más y más. Sobre el terreno de mi derecha caminaba un hombre. Era enano, desagradable, de cara asimétrica y extremadamente barbudo. Por su forma de andar supuse que sufría una cojera parcial. Su mirada era tosca, pero humilde. Al no quitarle la vista de encima no me percaté de que a mi izquierda andaba otra persona, y este otro era un hombre delgado, alto y desmesuradamente pálido. A diferencia del otro, caminaba correctamente, pero su cara demostraba cierto desprecio hacia lo que lo circundaba. Estábamos yendo los tres a la par, formando una línea uniforme. Yo no sabía a quien mirar, y ellos no se percataban de mi presencia.

Sin embargo una ola potente que no previne dio un excesivo empellón a mi barcaza, la cual se deslizó justo frente a los ojos de aquellos seres antitéticos. Sus ojos se postraron entonces en mi balsa y por un instante el segundo se convirtió en eternidad. Sus cuerpos, petrificados, vieron cómo mi balsa se alejaba y al ver que se distanciaba comenzaron a correr frenéticamente hacia donde me encontraba.

En un principio me asusté. Se acercaban a paso veloz, y mi intención era, no obstante, encontrarme cuanto más lejos pudiese de aquellas criaturas. Utilicé mis manos como palas, como remos, para ayudar a avanzar a mi medio de transporte, pero no había manera de alejarme de ellos. Para colmo la tierra ganaba cada vez más terreno sobre aquella entrada de mar, por lo que las orillas se acercaban más y más. Tarde o temprano estaría estancado junto con mi balsa en la tierra, sino estrellado en alguna que otra roca escondida bajo las aguas.

Sin embargo, en un instante en que creí que no estaba más en peligro sentí como cuatro manos me aferraban por todos lados y me arrastraban a la tierra. El susto me paralizó y no tuve manejo de mi cuerpo, el cual fue trasladado de la pequeña embarcación a la tierra y pronto rodeado por los dos seres extraños, el macilento y el enano.
-Te quedarás con nosotros, no harás más viajes. Pues aquí llegan los incapaces de crear historias perfectas -dijo el hombre alto y delgado. -¿Quiénes son ustedes? ¿Qué es lo que desean de mí? -atiné a decir.
-Norsortrors sormors dors persornars cormor vors. Yor tengor murchar carparcirdad para crear historiars, pero nor sér contarlars -me explicó el enano con una voz desagradable y ronca. Ante mi silencio, el otro hombre aprovechó para comentar que él era una persona que tenía mucha capacidad para escribir, pero no tenía idea de qué contar. Fue entonces cuando les dije: -Bueno, está claro que lo que ustedes deben hacer es hablarse mutuamente y enseñarse los unos a los otros. Y cuando sientan que están en condiciones de llevar una relación tienen que unirse y escribir algo entre los dos. Y así crearán un cuento mejor que el que podrían conseguir de seguir solos.

Ambos sonrieron y me agradecieron el consejo. Yo hice una reverencia y cuando volví a posar mi mirada sobre ellos éstos saltaron sobre mí. Lo extraño fue que no me empujaron sino que, por el contrario, fueron absorbidos por mi cuerpo. Sentí que los músculos se me contraían y los huesos se quebraban en mi interior. Me retorcí, di giros y caí abruptamente sobre un suelo sólido. Cuando desperté miré a mi alrededor y descubrí que estaba solo, sin nadie rodeándome; solo yo.
Sentí que era otra persona, que comprendía el universo desde otra perspectiva. Descubrí que las dos orillas no se encontraban alejadas como solía verlas antes. Ahora estaban muy cerca, tanto que con un par de brazadas podría transportarme de una a otra. La balsa ya no estaba, había desaparecido. La superficie sobre la que me encontraba me pareció extraña, pues encontrándome entre las dos islas no parecía ser el piso de madera de mi barcaza. Noté entonces que no me encontraba sobre ella, sino sobre el mar. Y entonces reaccioné y supe que yo caminaba, sí, caminaba sobre el mar, puesto que el mar ahora no aislaba, el mar unía las cercanas dos orillas.

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